Son viajes que se proponen sobre todo desde la música pero que invitan tanto a la danza, como al canto o a la propia música, como al teatro e incluso a la mera contemplación. Están destinados a conectar con lo que sucede en el instante en el que se realizan y pretenden mostrar una imagen invisible llena de colores lo que somos.
Son como círculos de sonido, como una cascada de cantos o un bosque de pájaros. Son improvisados porque en la sensibilidad de cada instante se encuentra la clave hacia una mayor apertura de conciencia, y así escuchar bien adentro lo que nos sucede, sin palabras.
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